Una historia con alma venezolana

Yulimar del Pilar Pérez jamás imaginó que su vida diera un giro tan abrupto como el que acabó llevándola de los Teques a la capital colombiana.

Los Teques es una pequeña ciudad caracterizada por su curiosa geografía, compuesta por miles de cerros repletos de casitas de colores. Podría decirse que en lo único en lo que se parece esta ciudad del estado de Miranda (Venezuela) con Bogotá es su clima frio y nublado.


En abril de este año un sobrino de Yulimar le preguntó.

¿Tía, usted se iría conmigo para Colombia? No me quiero ir solo.”

Esto la tomó por sorpresa, pero dos meses después Yulimar y su sobrino partían con rumbo a la frontera colombo-venezolana en búsqueda de un mejor futuro.

Yo era gerente (administradora) de una panadería local cuando tomé la decisión de irme, mi sobrino se alegró mucho, tuve demasiados nervios porque no sabía si nos iban a dar buen trato en Colombia, finalmente me llené de fuerza y nos fuimos.”

Yulimar Perez

Una partida poco voluntaria, para ninguno es un secreto el estado actual del país hermano, Yulimar y su sobrino hacen parte de un grupo importante de venezolanos que salen a países vecinos para mejorar la situación económica de los suyos y,  muchas veces, el acceso a sus derechos. Similar a lo que vivieron muchos colombianos décadas atrás.

Salimos de Acarigua a las 11 de la mañana para llegar a San Cristóbal,”

de ahí el camino empezó a cambiar, llegaron a Táchira en camioneta a sellar su pasaporte.
Jamás en la vida pensé en irme de mi país a trabajar, salí por obligación.”

Desde el principio recibió el aval de toda su familia. Esta mujer cargada de fuerza y mucho valor se embarcó en su odisea personal, de ahora en adelante su destino estaría mediado por un sinnúmero de circunstancias marcadas por dos días de carretera para llegar a Bogotá.

Cuando llegamos al terminal de transportes de Bogotá me sentí muy aliviada, fueron muchas horas dentro de un bus, no me gusta viajar por carretera porque me mareo, apenas nos bajamos del bus en Bogotá mi sobrino salió y un ataque de frío lo invadió. Me asusté mucho porque no sabía cómo calmarlo, afortunadamente todo pasó muy rápido y pudimos continuar con nuestra llegada sin tener que pasar por un hospital.”

Yulimar y su sobrino cumplieron su primer objetivo, una parte muy importante de su odisea había concluido, pero el clímax de esta travesía hasta ahora se estaba aproximando por el horizonte.
Llegué a Bogotá con 60 mil pesos. Nos alojamos en un apartamento con cuatro personas más, ahí viví por un tiempo con mi sobrino, luego nos tuvimos que ir por que se venció el contrato y nos tuvimos que separar, ahora cada quién estaba por su cuenta, cada vez extrañaba más y más a mi familia.”

Es normal que cuando Yulimar menciona a Sharay su cara se llene de melancolía, no se le puede pedir a una madre que no reaccione de esta forma al hablar de la niña que ahora solo puede contactar a través del chat de Facebook, no se pueden ver porque Sharay tiene que ir a un café internet que tiene computadores muy viejos.

Lo peor de mi partida fue dejar a mis hijas, el mundo se me vino encima, Sharay es mi hija menor, mi acompañante, ella me esperaba despierta hasta las 11 de la noche cuando yo llegaba del trabajo.”

La fuerza es solo uno de los tantos adjetivos con los que se puede calificar a Yulimar, en Venezuela dejó a su hija de 17 años. Con los 100 mil pesos que ella le envía mensualmente, Sharay puede sostenerse sin tener que trabajar y así continuar con su carrera de medicina en Venezuela.

Creando nuevos lazos de amor en Colombia

Al llegar a territorio colombiano Yulimar empezó a desplegar su plan de acción para poder ayudar a su familia, en este momento su travesía tomaba altitud, ya había pasado mucho tiempo en buses, ya era la hora de actuar.

Yo vendo empanadas y tengo un puestico pequeño. Al principio había vendedores ambulantes que me querían sacar, yo no estaba carnetizada. De hecho, una vez un policía se me acercó, pensé que me iba a echar del lugar, pero fue muy humano, entendió mí situación y me dejó seguir trabajando.”
Para la imaginación del lector podemos abonarles que esta señora se levanta a las 3 de la mañana a preparar sus empanadas venezolanas, empanadas que nunca había preparado, para así poder salir bien temprano a su puesto de ventas.

Y como en todas las travesías, a esta le hacía falta una coprotagonista. Luz Dari trabaja con el distrito, es coordinadora de carnetización para vendedores ambulantes y un día recibió la noticia de que una venezolana estaba vendiendo en el lugar sin carné.

Tuve que hablar con Yulimar, pero algo me impactó de ella, su personalidad, algo me dijo que tenía que ayudarla, le dije que la apoyaba. Todos, sin importar el país tenemos el derecho de poder trabajar y salir adelante”, agrega Luz Dari.

Hablé con los otros vendedores, les expliqué acerca de su situación, ellos al conocer su historia cambiaron de opinión, aceptaron a Yulimar y la carnetizamos.”

Y así como empezó esta historia, con un giro en la trama, Luz Dari acogió a Yulimar en su casa, ella es su nueva familia. Es extraño ver a veces como el universo funciona de la manera en la que lo hace, Yulimar tuvo que dejar a su familia en su país, pero aquí ya tiene a alguien que se preocupa por ella, que piensa en su bienestar.

No tengo nada malo que decir de Colombia, los colombianos me han tratado muy bien. Luz Dari se preocupó por mí, es mi familia aquí en Colombia, ella es como mi mamá, me la quiero llevar para devolverle todas las bondades que ella me ha dado; ella es mi pana.”

Por su forma de hablar cuando se refiere a su situación actual, se puede decir que Yulimar está contenta, ayuda a su familia y no está tan sola como pensaba que iba a estarlo. Las cosas van bien, pero su historia continúa y todavía queda mucho camino por recorrer.

Mi sueño es poder montar un negocio, arrendar un local de empanadas y vender mis productos, traer a mis hijas y yerno y así tener una empresa familiar y llamarla Comidas venezolanas Yulimar.”